jueves, 14 de marzo de 2013

Capítulo cuadragésimo sexto: the last Veronika’s smile.


Esa misma noche, cuando Veronika salió de la ducha y se dirigía a su cuarto. Antes de entrar su corazón comenzó a acelerarse. Tras la puerta resonaban unos acordes graves de guitarra y el olor a incienso de canela luchaba por salir de aquella habitación.
Cuando entró, lo primero que vio fueron dos tazas de café humeantes, contrastando con el frío que entraba por la ventana. Nuevamente se había olvidado de cerrarla. O ¿quizá lo hiciera a propósito? Unas largas y finas piernas se disponían a lo largo de la cama. Vestían unos pantalones grises tan oscuros que parecieran de un negro desgastado. A medida que giraba la cabeza trazando una panorámica podía ver con claridad de quién se trataba. Pero ni él ni ella necesitaban mirarse para saber quiénes eran. En su vientre reposaba la guitara de la que provenían las notas. Una ESP Forest GT en tono negro mate. Era la primera vez que veía esa guitarra. Su guitarra. Nunca la había sacado del estuche. En todo el tiempo que habían pasado juntos, todas las cosas que habían compartido entre borracheras y secretos.
Ese día sus ojos tenían un brillo especial. El verde esmeralda resaltaba entre los mechones de su pelo azabache. Incluso su media sonrisa que por lo normal luchaba entre la suficiencia y la amabilidad, esa noche tenía otro color.
-          ¿Recuerdas el día en el que nos conocimos? – Preguntó ella.
-          ¿Acaso tú no? – Rió.
-          Ese día me preguntaba qué era lo que tocabas. Nunca había visto tu guitarra antes. Ni si quiera sabía si sería un bajo.
-          Y ¿qué? Ahora después de tanto tiempo, ¿es como esperabas?
-          No.
-          ¿No? – rieron. - ¿Cómo pensabas que sería?
-          La hubiera imaginado brillante, no en mate. Pero creo que así te va más.
-          ¿Por qué? – esta vez apartó la vista de la guitarra y le miró interesado.
-          Eres silencioso. Y tus movimientos son gráciles.
-          ¿Gráciles? Nunca cambiarás esa forma tan especial de expresarte – sonrió. Con la mayor sonrisa que le había visto nunca.
-          Sí, gráciles. Por eso te dije que eras como un gato negro. Y cada día que hemos estado juntos he reafirmado mis ideas.
            Nuevamente pasaron toda la noche hablando de sus tonterías. Estaban contentos, felices. Se tendrían el uno al otro toda la vida. “Por desgracia” soltó Veronika queriendo y ambos volvieron a reír.
-          ¿Nunca has querido saber por qué te llamé Veronika? ¿Nunca has tenido curiosidad por saber mi nombre?
-          Sí…
-          En este momento me muero por saber tu verdadero nombre – ambos se quedaron callados a la espera de su respuesta. Tan solo sonrió.
-          Me llamo Veronika.
-          ¿Acerté entonces?
-          No. Ahora mismo. Para ti. Siempre seré Veronika. No importa quién sea ahí fuera. Tú me conoces de verdad, mejor de lo que podría conocerme a mí misma. Tú me llamaste así, y si así fue… su razón tendrá. Aunque no te acuerdes o aunque lo dijeras por casualidad. Yo soy tu Veronika y tú eres mi gato negro. Muchas veces me pregunté cuál sería tu nombre, de veras, pero fue una idea que solo resonó en mi mente durante los primeros años. Somos amigos. Los amigos se ponen motes y esos motes permanecen. En el momento en el que se cambian es como si esa persona hubiera cambiado. Quiero que siempre estés conmigo.



jueves, 7 de marzo de 2013

Capítulo cuadragésimo quinto: época de lluvias.


La puerta de la entrada se cerró de manera que el golpe resonó en toda la casa. Cuando aquellos que se encontraban en el interior alzaron la vista para ver qué pasaba, contemplaron a Veronika sonriendo tras los mechones mojados de su pelo.
Pasó fugaz por el pasillo dejando un claro recorrido encharcado marcando la dirección a su cuarto. Se despojó de los accesorios y prendas insignificantes que tenía encima, quedándose tan solo con sus pantalones vaqueros y una camiseta de sisa blanca, para que, tras un paseo a pies descalzos hacia el baño, optara por despojarse de ellos, adentrándose en la ducha.
El agua cálida caía sobre sus fríos hombros, a la vez que emergía el vapor que rodeaba su cuerpo. No podía evitar sentir una mezcla entre emoción y excitación a medida que iba recordando todo lo que habían visto sus ojos.
Se encontraba sola, paseando por las calles de la ciudad en la que vivía con un paraguas en mano y con la música resonando en sus oídos. Cuando menos se lo esperó una tromba de agua comenzó a caer sin que previamente cayeran pequeñas gotas que anunciaran el temporal. Así era la época de lluvias allí, esa que calaba hasta los huesos en menos de un segundo, esa de la que no podías escapar si te atrapaba, esa que Veronika tanto adoraba.
Estaba en paz consigo misma. No había nada que apaciguara sus pensamientos tanto como el agua de lluvia mezclado con la oscuridad de la noche, pues podía ver muchas más cosas de las que podía ver una persona normal. La gente marchaba rápidamente debajo de sus paraguas tratando de buscar un lugar en el que refugiarse. El paso de Veronika era más bien lento, sin reparar si quiera en los charcos que pisaba. Ya no le molestaba el calcetín que se le había bajado hasta la mitad del pie mientras caminaba, solo sentía el frío y la humedad.
Varias canciones sonaban en aquel momento, todas de su grupo favorito, The Gazette. Untitled, Voiceless fear,  Pledge… bellas canciones en las que la parte instrumental y la visual se encontraban en armonía.
De repente las gotas que caían se convertían en estrellas fugaces que chocaban y explotaban contra el suelo. Pequeñas auroras boreales se formaban gracias al viento y las luces de los coches, de las farolas, de los comercios… El olor a asfalto mojado se mezclaba con el de la tierra y las verdes hojas de los árboles.  Un gato callejero cruzó por delante de ella y se escondió dentro de una enorme vasija decorativa.

jueves, 21 de febrero de 2013

Capítulo cuadragésimo cuarto: El ser humano es la más perfecta creación de Dios.


Algo  falla en esa frase. Quizá sea la parte de “la más perfecta creación” o quizá sea “Dios”. Lo que parecía venir inherente al ser humano de las generaciones que rodeaban a Veronika, era la capacidad de criticar de una manera tan ruin, vil y muy de vez en cuando sutil.
Hoy en día no se podía vestir de una determinada forma sin ser criticado. No se podían decir ciertas palabras sin que nadie diga “se lo has copiado a –insertar aquí la primera persona a la que se oyó esa palabra-”. No se puede jugar a determinados videojuegos, leer ciertos libros, ver algunas series o películas sin que algún quisquilloso que quizá haya sido partícipe de esas actividades días antes, se queje de que “ahora está de moda”.
Queridas personas críticas, la moda es lo inherente a las personas. Es lo que hace que en determinadas épocas una persona piense de una determinada forma o no. Moda, modelo, algo que se sigue. Cada persona tiene un modelo a seguir, y si coincide, ¿no debería ser esto motivo de alegría? No. Ahora cada persona ha de ser diferente, ha de ser original. No, el ser original no es ser diferente, al menos, a mi entendimiento. Ser original, en estos tiempos, es ser capaz de defender lo que uno quiere, sus ideales, su forma de ser. Y esas personas serán las más criticadas. Y serán criticadas, en su mayoría, por personas que se consideran originales.
Es todo un bucle. Un bucle muy gracioso. Que una persona de repente se tiña el pelo del mismo color, o se corte el pelo de determinada forma en un punto concreto, no debería ser motivo de queja. Otra cosa es que de repente una persona cambie radicalmente para asemejarse a otro lo más posible.
Como ya he dicho, cada persona tiene sus modelos, ya sean de conducta, de estilo, o lo que sea. Y no por ello han de ser iguales, pero si eso es lo que les gusta, ¿por qué no intentar de ser tal y como ellos lo ven?

jueves, 14 de febrero de 2013

Capítulo cuadragésimo tercero: San Valentín.


Nuevamente catorce de Febrero y, como todos los años cuando llegaba esa fecha, la controversia llegaba al ambiente. Los que estaban enamorados disfrutaban del día, los que no, les daba igual y los que habían sufrido el desamor, despotricaban contra la fecha y el consumismo de los demás.
¿Por qué tanto alboroto? Sí es un día más en nuestras vidas, pero hay gente para la cual tiene sentido, lo cual es digno de respetar como la opinión de aquellos a los que no les gusta celebrar la fecha. Es cierto que las parejas deben quererse todos los días del año, durante todas las estaciones. Pero ¿qué problema hay tener “un día de los enamorados”? Existe un día del padre o la madre en el que se supone que uno es más amable y más cercano a ellos. Están las Navidades, vacaciones en las cuales, aunque no se considere justo, todos ponemos un poco de nosotros para hacerlo todo más llevadero.
Muchos dicen que el problema está en el consumismo y, como un buen amigo dice “expresad vuestra desazón desde vuestro smartphone de última generación”. Una pareja no tiene porqué gastarse grandes sumas de dinero en su chico o chica. ¿Por qué? El amor no se basa en regalos, pero no está mal tener un detalle los unos con los otros. Y si hablamos de días consumistas patrocinados por “El Corte Inglés”, ¿qué hay de los cumpleaños? ¿Qué hay del día de los Reyes Magos? O ¿de Papá Noel? ¡O incluso los santos!
En mi sincera opinión, considero que todos aquellos que se quejen de las festividades deberían recibir una dosis de su propia medicina y, si se quejan del consumismo, espero que no sean hipócritas y no reciban regalos en fechas “señaladas”. Pues todos los días son iguales, son las personas las que le dan sentido.
Dicho esto, Veronika se despegó del teclado y volvió a sumirse en el mundo de fantasía que le envolvía cada vez que levantaba las tapas amarillas de aquel libro. Intentando abstraerse de la realidad del mundo en el que vivía en el cual las personas buscaban cualquier motivo de discordia para enfrentarse entre ellos.
Feliz día para todos los que reciban amor. Pues en eso consiste el día de los enamorados realmente. 

jueves, 7 de febrero de 2013

Capítulo cuadragésimo segundo: hay que aprender a diferenciar.


En la vida, se pueden distinguir dos tipos de relaciones: las relaciones adolescentes y las relaciones adultas. Aunque no lo parezca, la edad es un factor que no influye directamente; sino la madurez personal. No por ser mayor o menor en edad se es más o menos maduro.
Ahora bien, una relación adolescente es aquella en la que se tienen grandes sueños, grandes esperanzas e ilusiones. Quieres que esa persona sea la más importante en tu vida y que tú lo seas también en la suya.
En una relación adulta se empieza con temor, con un paso más lento. Pues esa persona significa para ti mucho más de lo que puedas imaginar y el miedo a perderla es inmenso. Uno se siente torpe, como si fuera la primera vez que hace las cosas que en realidad ya ha hecho numerosas veces antes. Pero aún así, todas estas “primeras veces” se hacen especiales e irrepetibles.
A medida que se avanza en una relación adolescente, empiezan las peleas por cosas absurdas, lo que desemboca en el pensamiento de ambas partes de que “no tiene la personalidad que se espera”. Uno se queda callado pensando que lo que hace es “ceder”, cuando en realidad lo que hace es ocultar lo que piensa a la persona que se supone que más quiere. Esas pequeñas cosas empiezan a crisparte y decides contárselo a alguien cercano que pueda darte consejo y ayudar a desahogarte. Después de eso empezarán las peleas.
En la relación adulta, la pareja es la persona en la que más confías y su hay algo que ves mal, pretendes decírselo lo antes posible, sin hablar antes con nadie. Por lo normal, son cosas importantes pues se sabe que toda persona tiene sus defectos pero que has decidido aceptar a esa persona con sus pros y sus contras. Sin embargo, poco a poco esas diferencias son las que te hacen pensar “si no fuera así, no creo que le quisiera”.
Los “adolescentes”, antes de pelear, intentan aliarse con alguien externo que salga en su defensa. Muchas veces es esa tercera persona la que se lleva las culpas de todo aún no teniéndolas, pues llegados a ese punto, los novios piensan que si están saliendo con esa persona, es por algo; mientras que la otra persona no resulta de importancia y es preferible achacarle todos los problemas a ella. Pero tarde o temprano, los problemas resurgirán, pues no se llegan a resolver.
Las peleas de una relación adulta se llevan en el ambiente más tranquilo posible, lo cual no quiere decir que no se puedan tener “arrebatos adolescentes”, esto es algo interno de la persona, de cómo es cada uno y de cómo actúe en pareja. Toda persona es humana y puede equivocarse, puede acelerarse y calentarse en momentos determinados. Eso sí, sus problemas son sus problemas, saben que una pareja es de dos miembros y ya está. Por mucho que existan temas que den mayor o menor vergüenza, esto no los convierte en temas tabú.
El sexo es un tema trivial entre los adolescentes. Han de amoldarse a la pareja, pero por una razón una u otra de las dos partes, sino es de las dos, sale desencantada. Piensan que es una forma muy importante de demostrar su amor, por lo que, en cuanto tienen la oportunidad, no la desperdician.
Los adultos tienen relaciones, se amoldan el uno al otro, intentan hacer disfrutar el uno al otro y no se dejan llevar por los pensamientos de los demás, pues es el acto más íntimo de la pareja y nadie debe enterarse de ello. Es algo que pertenece a ambos.
En fechas señaladas, aniversarios, Navidades, cumpleaños, etc. Las parejas adolescentes quieren grandes regalos por parte de la otra persona. El móvil último modelo, un spa, un viaje… algo que no pueden recibir en circunstancias normales. Muchas veces se desilusionan y se enfadan por no tener lo que esperan.
Los adultos planean una tarde juntos, o se llaman durante un tiempo si están ocupados. Van al cine, o a esa heladería que tanto les gusta, dan un paseo… da igual lo que hagan pues la mayor ilusión es estar juntos. En el caso de los regalos materiales, claro que puede haberlos, a nadie le amarga un dulce. Pero estos objetos se cargan de sentimentalismo, nada tiene que ver con el precio. En muchas ocasiones, ese regalo es algo asequible para la otra persona, pero es el hecho de haberse acordado, el conocer a esa persona tan bien, lo que hace que ese regalo material sea tan importante.
Por norma general, pocas son las relaciones adolescentes que salen hacia delante, mientras que son pocas las relaciones adultas las que no funcionan.
♥~

jueves, 24 de enero de 2013

Capítulo cuadragésimo primero: Chances and changes.


Desde hacía unos días Veronika se sentía rara, extraña. Como si algo no encajara por el simple hecho de encajar a la perfección. Sentía que todo había cambiado. Pero era un cambio agradable.  ¿Es esto madurar? Quizá. Y de ser así, se los aseguro, para ella era la mejor sensación del mundo.
Todo se ve con otros ojos. No es que se vea más nítido, ni de otro color. Simplemente algunas cosas a las que antes no le dabas sentido, lo cobraban de la noche a la mañana. Simplemente había cambiado sus dudas por optimismo. Había aceptado la realidad totalmente.
¿Qué se descubre a un político corrupto? Por el amor de Dios, eso no es algo que nos sorprenda. ¿Por qué tanta inocencia fingida? Todos, políticos, médicos, periodistas, parados… todos, de poder conseguir algo más de lo que deberían, de no ser descubiertos, aceptarían cualquier pacto.
¿Qué siempre, por tonto que sea, va a haber alguna pelea? Pues sí. Sobre todo cuando piensas que todo está bien, porque hay muchas cosas que se guardan por no ocasionar conflicto. Y son esas pequeñas cosas las cuales una tras otra hacen que estallemos a la mínima.
Y quizá este era el cambio más grande que se había producido en Veronika. Puede que no pasara con todas las personas, pues siempre existirán algunos en los que confíe mucho pero no pueda contarles sobre algunos temas, o muchos en los que desconfíe pero por el contrario, sienta que solo a ellos puede explicarles ciertas cosas. Pero sabía que al menos le pasaba con unos pocos, con un círculo muy cerrado. Y eso hacía que esa bola de energía de la que ya había hablado antes creciera y creciera en su interior.
También empezaba a sentirse cómoda con su cuerpo. Pero cómoda de verdad. Siempre había considerado que no era bonito, o no podría ser del agrado de nadie. Y sí, puede que no sea la persona más delgada, o la más atractiva. No  tiene el pelo más largo y sano. No es voluptuosa, ni sus curvas producen infarto. No es alta ni esbelta. Pero tampoco todo lo contrario. Está sana. Atrás quedaron todas sus mil y una trampas para estar más delgada y su agonía al ver que la báscula no marcaba un peso más bajo.
Tiene a gente que la quiere a su alrededor, y tiende a alejar a todo aquel que pueda causarle problemas, al menos, hasta que las cosas se calmen del todo. No tenía resentimientos. Y pretendía mantenerse así por una larga temporada.
No, todo esto no quiere decir que no discutirá, ni se peleará, ni que no habrá momentos en los que su motivación baje. Simplemente significa que esta es Veronika ahora, y que esta nueva persona pretende quedarse por mucho tiempo.


jueves, 17 de enero de 2013

Capítulo cuadragésimo: La decadencia del hombre II


            Definitivamente, había conseguido captar la idea. Que simpatizara más o menos con ella, es ya otra cosa. Nunca, jamás de los jamases, seas amistoso con una persona, a no ser que vivas en Estados Unidos y en ese momento estén grabando una película en el lugar en el que te encuentras.
            Veronika y Luz tenían clase de documentación en una de las aulas de informática. En el ordenador que iban a utilizar, comprobaron que una compañera de otro curso dejó una de sus redes sociales abierta. A modo de broma, escribieron desde él para avisarle que se dejó la sesión abierta y que no iban a ser malas ni publicar nada que pudiera ofenderle. Postearon una foro modificada con un efecto de distorsión y firmaron diciendo que habían sido ellas para que viera que no iba a malas.
            Primer consejo: si una persona escribe su nombre con faltas de ortografía e intercalando las mayúsculas con las minúsculas, sin ser este una adaptación de otro idioma, no aceptará bromas, pues por lo normal esa persona se encontrará, sino en ella, en una posición cercana al grupo de los canis, esas personas con un gusto peculiar a la hora de vestir, que no aceptan a nadie de otro grupo, ni si quiera a muchos de su misma corriente.
            La chica se rió. Pero no de la broma, no con ellas, sino de ellas. Y más tarde les ofendió. Veronika contestó que no le parecía bien la forma en la que les había tratado, que por culpa de su despiste podría haber sufrido algo peor y que si se había sentido ofendida, que lo sentía.
            Segundo consejo: si te topas con una persona con las características que se describen en el primer consejo, nunca le pidas disculpas por lo que has hecho. Pues ellos siempre se encuentran en una posición muy altiva y lo único que puedes conseguir pidiendo perdón, es potenciar su ego.
            Esta persona volvió a reírse.
            Tercer consejo: nunca intentes ser amistoso con un desconocido. En ocasiones se puede ser amable: dar paso a alguien, sujetar una puerta… pero ya está. Nunca ayudes a una abuelita a cruzar la calle. Nunca ayudes a alguien a transportar las bolsas de la compra, aunque sea hasta un carrito. Nunca, nunca sonrías a un desconocido. Nunca les gastes bromas. Nunca hables cerca de de ellos a no ser que sea una conversación circunstancial. Nunca pretendas trabar una amistad o incluso un trato de conocidos con nadie a no ser que tenga, como mínimo, una relación de amistad con un primo, un vecino, un amigo o cualquiera de tus padres.
            Pues el hombre no solo es avaricioso, también es egocéntrico y egoísta. Busca su superación por medio de bajezas que impliquen perjudicar a otro.
            Por eso hay competencia. Por eso la gente no trabaja unida, en equipo. Por eso no se puede pedir que desde el gobierno, los mandamases intenten ayudar al pueblo. Pues ellos son las personas que más ego y poder tienen, una combinación demasiado peligrosa.

miércoles, 16 de enero de 2013

Capítulo trigésimo noveno: La decadencia del hombre.


Nota: acabo de darme cuenta que el jueves pasado no actualicé el blog, así que hoy les traigo un capítulo nuevo.
            Veronika se situaba en la cocina, tomando a sorbos, como de costumbre, su café de la tarde, su mayor adicción. Veía, o hacía como que veía, un programa en la tele, sin prestar mucha atención a lo que decían o a las imágenes en sí, cuando se dio cuenta de algo llamativo: parte de la imagen estaba borrosa. Se había establecido una ley que censuraba el uso de tabaco en televisión, y como consecuencia, su humo también. Gracias a esa ley, tres cuartas partes de la imagen de ese instante no se veían con claridad.
            Y se paró a pensar ¿esto es serio? Censuran a alguien fumando un cigarrillo, pero no se censuran las canciones en las que se hablan de los porros que uno se fuma. Censuran las imágenes de unos pechos pero no censuran aquellas en las que la cámara enfoca al tanga de un mujer que en ese momento adopta una pose… un tanto forzada. Censuran vídeos en los que la gente sale follando, y sí, ¡HE DICHO FOLLAR! Pero no se censuran aquellos en los que la gente se droga y se suicidan.
            Puede que no sea bueno, pero siempre he considerado que tanto un hombre como una mujer pueden resultar muy llamativos si tienen un cigarro en la mano. Y sí, he fumado y lo he dejado. Y estoy orgullosa de haberlo hecho, y no me arrepiento de haber fumado, pues es algo que me gustaba y que realmente, en determinados momentos, me ha inspirado y me ha tranquilizado.
            Pero ese no es el caso en este momento.
             Me encanta esa expresión tan bonita de la que se habla mucho en esta época, sí, sí, esa que dice “libertad de expresión”. No sé quién fue el primero en decirla, pero estoy muy segura de que si le hubiera añadido la segunda parte a la frase, no se hubiera hecho tan famosa: “libertad de expresión, pero con consecuencias”.
            La crisis no es cosa de ahora, la crisis empezó en el momento en el que la avaricia enseñó al hombre a decir “esto es mío”. Y gracias a esa crisis, muchos de los hombres que se encuentran en el poder se sienten con la libertad de cohibir a otros. Ya lo decían en la película “Radio Encubierta”: nos hemos exiliado para no ir en contra de la ley del país, pero si hacemos algo que no les guste, el gobierno buscará cualquier forma de hacernos callar.

jueves, 3 de enero de 2013

Capítulo trigésimo octavo: Vicios.


            Tarde o temprano todo el mundo cae. ¿Quién no le ha dado un sorbo alguna vez a una bebida alcohólica? ¿Quién no le ha dado una calada a un cigarro? ¿Quién no ha probado en la vida la marihuana o cualquier otro tipo de droga? ¿Quién no se ha acostado alguna vez con alguien simplemente por sentir el placer y hacer que nada ha pasado? ¿Quién no ha engañado alguna vez para conseguir beneficios? ¿Quién no ha escondido la última chocolatina para poder comérsela cuando quiera? Y así, un millar de cosas más. Sí, podría decir que Veronika pecó de prácticamente, todas ellas.
            Había probado todas y cada una de las sendas que podrían “llevarle por el mal camino”, y de todas ellas ha sacado algo en claro. Si algo le sienta mal a su cuerpo no tiene porqué seguir así. Si una borrachera después le cuesta dos días en cama sabe que no le compensa. Si fuma y le dan taquicardias, no es bueno para ella.
            No le gustan los extremos, nunca le han gustado. Prefiere parar, por mucho que le cueste antes que defraudarse a sí misma, antes de poder arrepentirse de lo más mínimo.
            No le importa lo que la gente haga con su vida, ella no es quien para juzgarles. No puede imponerle a todo el mundo su filosofía. Podía dejar pasar el estar al borde de un extremo, pero no el extremo en sí. Mucho menos si ese extremo conllevaba la preferencia de dicho vicio a una persona.
            Últimamente los casos que se habían dado todos tenían que ver con la droga. Hace poco, Veronika vio a un par de amigos. Ellos le contaron que dejaron ese mundo porque no les traía nada bueno, porque se habían dado cuenta de que eso no les gustaba. Una sonrisa pícara intentaba dibujarse por sus labios debido a la alegría. No lo podía negar, era algo que le había traído algo de esperanza, por toda esa gente que veía que solo se lo pasaba bien si tenía un porro entre sus dedos. Sin embargo también hubo otro caso que hizo que el bello de Veronika se pusiera de punta. Umi había cambiado. Lo sabía. Pero algo le decía que debía esperar para comprobarlo. El mismo día que la vio, toda sospecha se verificaba. Había preferido un porro a ella.
            Las cosas no estaban bien entre ellas dos, por lo que quería aclararlo todo cuanto antes. Umi no había estado por la labor. Y una vez en persona, prefirió liarse un porro a aclarar las cosas cuanto antes. Prefirió mantener la tensión. Obviamente, a partir de ese momento, Veronika prefirió no dirigirle la palabra en toda la noche. Prefería mantener la tensión a hablar con alguien que estuviera fumado.
            Desde luego, la enseñanza que aprendió Veronika, era que debía ver esa serie llamada “Skins”, que parecía ya semejarse con la sociedad de hoy en día.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo séptimo: quizás una vintage sin futuro claro.


            Y allí se encontraba nuevamente nuestra protagonista sentada en su silla negra ligeramente remodelada por ella con un simple pedazo de tela que cubriera los desperfectos que en un momento ocasionó su cachorro. Sus rodillas en alto obteniendo forma de ovillo, con sus brazos alrededor de sus piernas y la taza de té de vainilla y canela por encima de sus rodillas desnudas, tratando de captar el calor que el agua desprendía.
            La habitación permanecía iluminada por una simple lámpara de noche amarilla situada al otro extremo de la habitación que lograba transmitir una luz cálida. Bajo esta, una varilla de incienso de lavanda recién prendida. No es que se hubiera aburrido del incienso de canela, simplemente era un olor que compartía con alguien especial, con el gato negro, era algo de los dos y ya está, aunque se separasen por un tiempo, incluso si no se volvieran a ver  nunca, ese olor siempre sería de ellos.
            Nuevamente desde su posición, un radiador antiguo portátil, de esos que, si te paras a pensarlo, desearías no tener que oler el agua que ha permanecido durante tantos años calentándose y enfriándose cada vez que el frío llega, trataba de calentar la habitación sin lograr que la piel de Veronika subiera uno o dos grados más. Tomó la bolsita de té y, dando unos ligeros golpecitos contra la taza, la sacó, bebiéndose los últimos sorbos de este.
            En sus oídos resonaban los golpes de la batería y los acordes de una canción de Foo Fighters, The pretender. Para ser más exactos, las palabras que le taladraban el cerebro eran las que correspondían en castellano a “¿Qué pasa si digo que no soy como los demás? ¿Qué pasa si digo que no soy uno más de tus juegos?”.
            Quizá esas frases solo llegaron por casualidad a sus oídos, o quizá llegaron porque debía ser así. Porque eran las idóneas para su  conclusión. Pero llegaron antes de que sus palabras se organizaran y sus dedos teclearan con tal rapidez que las palabras que salían de ellos no eran más que un producto de su subconsciente, pues no le permitían a su mente imponer el orden que ella quería.
            Había observado durante mucho tiempo. Pero había observado de la manera más ciega posible. Y todo empezó por el simple hecho de ver a su alrededor y notar que todos los que se encontraban cerca de ella estaban conectados sin descanso alguno. A través de sus móviles, de sus tablets, del ordenador… de internet. Empezó a entender a lo que se referían algunos críticos con eso de que Internet era el mejor invento al que peor uso le damos. Sí, hemos conseguido romper esa barrera tan jodida llamada “espacio” pero, ¿hasta qué punto es eso bueno? Hemos aprendido a ocultarnos tras una pantalla delante de la cual somos las personas más valientes del mundo. Sobreentendemos y malentendemos a nuestro antojo todo aquello que se nos dice. Vivimos por y para esa última mención que nos han hecho en Twitter, o por el mensaje instantáneo recibido en Facebook o Tuenti.
            Ya no decir de ese invento de “Whatsapp” del cual todavía no era partícipe. Ni de ese ni de cualquiera que la nueva tecnología o aplicaciones de las que se podía disponer en los últimos modelos de teléfonos móviles. Sí, durante un buen tiempo había deseado ser partícipe de todas esas bromas y conversaciones cómplices que se hacían dos personas sentadas la una al lado de la otra.
            Pero ¿dónde quedó la expresión facial? ¿Dónde queda el tono? ¿La voz? ¿Qué diablos es lo que va bien con esta deshumanización? Si tienes a alguien al lado mírale a la cara y habla con él. Si quieres decir lo que sientes por alguien, por el amor de quienquiera, que sea a la cara si la situación lo hace posible, pues el contacto humano es lo más maravilloso del mundo. El ver a alguien sonreír, ruborizarse. Aguantarse las lágrimas o estallar de la ira.
            ¿A qué vamos a llegar? Recuerdan cuando la televisión ocupaba la mayor parte de nuestro ocio y nuestras madres nos decían que se nos podría la cabeza cuadrada. ¿Qué les vamos  a decir a los más jóvenes? ¿“Tanto chatear, se te va a quedar cara de emoticono”? A este paso ni eso. Llegará un momento en el que tanta tecnología nos imposibilite expresar nuestras emociones mejor que con un teclado, e incluso puede llegar a falsear los verdaderos sentimientos, a idealizarlos o infravalorarlos hasta un punto en el que ya ni sepamos lo que sentimos.
            Definitivamente estaba a gusto como estaba. Con un móvil “vintage”, sin si quiera cámara ni mayor memoria que la necesaria para guardar a lo sumo trescientos mensajes de texto ¡qué brutalidad! Tenía miedo de que la nueva tecnología se adueñase de ella, que la atase más aún y se convirtiera en una de esas personas que no pudieran disfrutar del momento. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo sexto: carta al pasado.


            En realidad, espero no molestarte ni incordiarte así que entenderé incluso si no quieres pararte a leer esta carta.
            Y en ese momento, todo estaba más claro en su cabeza, todo resentimiento que pudiera albergar, si es que seguía quedando algo, se esfumó en cuestión de segundos. Su conciencia estaba tranquila, y más que tranquila, se podría decir que se sentía orgullosa de lo que hizo.
            En un primer momento, siempre consideró que Sira y Amai fueron muy duras con ella, sobre todo Amai. Sabía que sus palabras no las decía para herirla, pero era algo que solo conocía en teoría, algo que solo podía imaginarse, algo que realmente no sentía como tal.
            Pero fueron esas palabras las que le ayudaron a madurar,  a caminar con zapatos por una carretera cubierta de asfalto en lugar de correr descalza por la ardiente arena del desierto. Quizá se pudiera decir que el resentimiento puede apoderarse de un acto tan sencillo como es decir la verdad. Para ella, eso no era así. Había sido paciente, había aprendido a esperar, a mejorar.
            Su agradecimiento no podía caber en su pecho. Necesitaba transmitírselo a Amai pues, a pesar de no seguir manteniendo el contacto de la misma forma que antes, era su deseo que pudiera conocer cuan feliz le había hecho.
            Y todo esto derivó del caso de Kyoku, quien había evolucionado tan rápido y tan mal que se vio obligada a decir la verdad, lo que había visto, lo que pensaba en cuanto a ella.
            No se trataba del mismo caso, ni mucho menos debían compararse cualquiera de los que podrían considerarse “puntos básicos”. Pero en esencia, el desarrollo en ambos casos había llegado al mismo punto y esperaba, no con grandes ilusiones, a decir verdad, que la enseñanza fuera similar.
            Finalmente, gracias.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo quinto: Feliz cumpleaños, hermanita.


            En aquel momento, en el instante en el que salió de su casa, lo sintió. No se dio cuenta cuándo empezó pues, para el día en el que empezó esa relación, ya se había formado un concepto de Marina en su interior que le empujaba a querer formar parte de su vida, que le gritaba de todas las maneras posibles que aquella persona merecía la pena.
            En cuestión de segundos, a su mente volvieron las primeras imágenes en las cuales las dos compartieron tiempo juntas por primera vez. Cuando la una entregó sus oídos a las palabras de la otra y viceversa. Esa relación no empezó porque ambas quisieran, esa relación empezó por necesidad. Porque tanto la una como la otra necesitaban escapar, necesitaban saber que ahí fuera habría alguien que de verdad, de verdad, de verdad, de verdad se preocupase por ellas mismas. Ya no solo necesitaban recibir algo de cariño, sino también poder darlo, poder tener algo que fuese de las dos algo… algo que fuese realmente bueno.
            Aunque el tiempo pasase y pareciesen meras extrañas para cualquiera que las pudiera ver, ellas dos sabían que algo había, que algo las unía...
            Y solo ahora Veronika podía asegurarlo: aquella persona de ojos café se había convertido en alguien que nunca querría perder, en alguien con quien enfadarse, a quien gritar, con quien reírse y a quien abrazar. Alguien con quien pasar sus buenos y sus malos momentos. Alguien con quien pasarse las horas muertas hablando de cualquier tontería o simplemente sin decir nada.
            Hoy es trece de Diciembre, mi querida hermanita. Ya te he oído decir muchas veces que no quieres celebrar tu cumpleaños, que no esperas nada… y sabes que todas y cada una de las veces que lo has dicho me ha importado… más bien poco. Es cierto, mereces mucho más de lo que recibes, solo hay que ver cuánto me soportas cada día.
            No pienso decirte que has rellenado un vacío muy importante en mi corazón porque no es así. Has adosado tu propio hueco como si de una habitación se tratase y lo has ocupado de lleno de todas las formas posibles, de manera que poco a poco vas “reformando tu habitación” para adquirir algunos “centímetros de más”.
            No quiero extenderme mucho pues sabes que estas cosas prefiero decírtelas en persona, o incluso tratar de demostrártelas una tras otra hasta que te entre bien en la cabeza que significas mucho para mí y que no podría pararme a imaginar qué diablos haría si te perdiese.


Te quiero hermanita. Feliz Cumpleaños.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo cuarto: de persona que escribe a persona que escribe.


            Y lo denomino como tal porque no somos escritores.  Quizá lo considere, en esta época, un término demasiado sobrevalorado. Porque, ¿acaso las personas como nosotros, que encontramos en la escritura una pasión, no deberíamos ser denominadas como tal? No, el simple hecho de ser escritor, implica ser profesional, ganar dinero con ello.
            Pero a día de hoy, nada se hace con pasión. La sociedad “Game-Over. Insert-coin” la nombraste, y creo que esto debería encontrarse muy presente en la vida de muchos. Quizá no sea lo que tenía pensado escribir en un primer momento, pero en este momento, no soy yo la que escribe, sino que son mis manos las que se dejan llevar.
            Y quizá sea eso lo que necesita la sociedad de hoy, dejarse llevar, desarrollar sus pasiones sin pensar en cuánto van a cobrar por ello, porque en el momento en el que ese pensamiento aparece en la mente, has perdido. Caes en la monotonía, no puedes plantearte un día distinto, un momento distinto, te cansas y pierdes la pasión, convirtiéndote sin remedio en un zombie más, un muerto viviente, una sombra andante.
            Querido amigo, solo pido que no seamos así. No se lo pido a dios, ni se lo pido al demonio, no se lo pido al Estado, ni mucho menos a mi madre, quien siempre me ha consentido todo lo que realmente he querido, e incido en ese realmente. Puesto que si algo he aprendido, es que con coraje, con sentimiento, con empeño… y sobre todo con paciencia, es como conseguimos que las cosas valgan la pena de verdad.
            Y no digo quizá, pues este es el camino seguro para evitar pertenecer a esa sociedad en la que si pierdes, solo tienes que insertar una moneda. Porque una persona con pasión cae, llora, se enfada, muestra su vida e incluso permanece estancado durante una temporada, pero se levanta, y no puede evitarlo. Se levanta por sus propios méritos, continúa la partida, descansa y reúne las fuerzas necesarias para llegar al último nivel. Y es así como debería ser o, al menos, desde mi punto de vista.
            Y estas cosas son las que me hacen pensar, a media hora de que se acabe la clase de hoy, quizá a algo menos para que te diga que esto va para ti. Somos muy distintos, tenemos una vivencia muy distinta, nos hemos desarrollado en diferentes territorios con diferentes atmósferas, tenemos una ideología que seguramente nos haga chocar en más de un aspecto pero, sinceramente, tengo ganas de que llegue ese momento, pues ¿no te resulta aburrido hablar con personas que opinan siempre lo mismo que tú?
            Opino que están bien para un tiempo, pero ¿quién consigue que desarrollemos realmente nuestras pasiones? Solo cuando nos sentimos heridos, dañados, atacados, nos atrevemos a defender con garras y dientes aquello que más deseamos. Nos movemos por instinto, pues queramos o no, somos animales, pero es el corazón el que diferencia a los lobos de las hienas.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Capítulo trigésimo tercero: la personalidad, aunque no lo creas, no se compra.


            Sí, esta crítica va por ti, pero también podrían darse muchas personas por aludidas. Es posible que la ropa te haga mostrar una parte de ti, tus gustos, tu estado de ánimo, pero no dice quién eres. Es posible que la música que escuches pueda, en cierta medida, hacerte sentir comprendida, sentir que alguien, aunque sea en la otra punta del mundo, comprendas lo que sientes, pero no te engañes, esa no es tu experiencia.
            Critico la falta de personalidad. Critico tus quejas. ¿No encuentras el amor? ¿Tus amigos no te valoran? ¿No te valoras a ti mismo? ¿No tienes dinero para comprarte el último modelito? ¿No te comprenden? Solo te daré una solución posible para todas esas cosas: búscate a ti misma. No intentes copiar la personalidad de quien sea tan solo porque veas que esa persona es feliz, porque tú nunca serás esa persona. Tampoco intentes coger las cosas que más llamen la atención de tantas personas como rasgos quieras, porque no serán naturales en ti.
            Te lo pido por favor, búscate a ti misma, o no podré parar de quejarme de tu falta de personalidad. Una vez la tuviste, o eso creí. Vuelve a ser como eras. Vuelve a ser tú. Deja de ser la copia imperfecta de quién sea, porque esa no eres tú, y “esa tú” no vale la pena. Busca la felicidad por ti misma y deja de ser tan hipócrita, porque de esa manera, no te soporto.
            Puede que suene dura, pero ya he comprobado que tengo que romperte la cabeza contra un bordillo para que me escuches, aunque sea en forma de pitido en los oídos.
            Despierta. 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Capítulo trigésimo segundo: Kyoku… otra vez.


            Sencillamente había explotado. Quizá el impulso eléctrico que se transmitía de una neurona hacia las dendritas de la otra causó un cortocircuito que anuló la actividad en esa parte del cerebro. Se encontraba en estado semi vegetal. No quería tratar más ese tema, había llegado a su límite. Ya ni si quiera le causaba agobio o tristeza, rabia o enfado. Había explotado, se había anulado.
            Todo lo que soltara por su boca como producto de las cuerdas vocales no eran más que escusas baratas. No podía verlas como suficiente.
            “Sé que no confías en mí y me duele y realmente sé que tendría que demostrártelo mucho para volver a ganarme tu confianza. Ni siquiera sé por dónde empezar, pero puedo asegurarte que lo haré.”
            ¿Realmente crees que has hecho todo lo posible? No me hagas reír, querida. No sabes lo que es desvivirse por alguien. Eres una persona acomodada, y no sabes lo que es luchar por algo. No, llorar y quejarse no es luchar. No tienes coraje ni amor propio. Y hasta que no lo tengas, nunca podrás llamarte amiga mía.
            Eres como la niña mona de la guardería que ha creado un imperio a su alrededor y, a medida que vas creciendo, te das cuenta que las personas que te rodean son huecas, no tienen más sentimiento que el ansia de superación. No saben lo que es la verdadera amistad. No sabes lo que es no poder decir nada malo de alguien aunque sea algo obvio, pues cuando estableces dichos vínculos cualquier defecto lo acabas viendo como una virtud, pues eso es lo que le hace ser distinto a los demás.
            Te he propuesto un trato, una última oportunidad. La última. Te la he prometido y cumplo mis promesas. Pero no me exijas que te regale algo de mi tiempo antes del día previsto, pues lo consideraré como una falta de respeto.



Me despido, pues Noviembre está cerca.


jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo trigésimo primero: Némesis.


            Ha pasado casi un mes desde que Veronika escribió esto en su diario, pero solo ella podría arreglárselas de tal manera para que llegara a vosotros este día.
            Era bien entrada la noche, como de costumbre. Hacía tiempo que había dejado de oler el incienso de lavanda, pero repentinamente el olor a canela había aparecido. El gato negro se encontraba sentado en el reposo de la ventana mirando el oscuro manto de Morfeo. Solo escuchó su risa sin apenas abrir los ojos.
-          ¿De qué te quejarás esta noche?
-          Aunque no lo creas, solo vengo a ver esa sonrisa de idiota que tienes todo el día en la cara.
-          Oh… qué agradables palabras, viniendo de alguien como tú – rieron ambos. Ella se inclinó hasta llegar a su altura – Ahora dime, ¿qué piensas?
-          ¿La verdad? Nada.
-          ¿Nada?
-          Nada – Sonrió.
-          No creo que te hayas vuelto un cabeza hueca de la noche a la mañana – rió. Permanecieron un tiempo en silencio y más tarde sus miradas se cruzaron. – Sabes que me interesa tu opinión.
-          No, no te interesa – rió – Pero por si las moscas quieres saberla, te diré que no me opongo.
-          ¿Qué? – respondió extrañada. Él tan solo rió, se acercó a ella, y depositó un pequeño beso en su frente.
-          Sé que esta vez no fallarás.
-          Anda ¿y esa confianza tan repentina? – Rió.
-          No es que yo confíe en ti, además, debería darte igual lo que yo pensase. Simplemente… tienes ese extraño brillo en los ojos que dicen que esta vez saldrá bien.
-          Oh, qué bien – rió. Rieron.
-          ¿Cómo te diste cuenta?
-          Al principio no me di cuenta del todo. Simplemente me encontraba en… estado de asimilación.
-          Al principio.
-          Sí… lloré cuando dijo que me quería.
-          Qué absurda eres a veces.
-          Sé que me lo dijo de verdad. Y te aseguro que ese ha sido el momento más feliz de toda mi maldita vida.
             Como ya les dije, Veronika se las apañó para que esta publicación llegara a ustedes hoy. Ya que en estos momentos, estará gritando en un lugar que ni ella misma conoce.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Capítulo trigésimo: Sucker Punch.


            Innegablemente había renacido. Veronika de sentía eufórica, alegre, radiante. Tenía ganas de cantar, bailar, escribir hasta caer rendida. Y de repente murió. Sintió como alguien le chupaba lentamente la energía que guardaba en su interior, sentía cómo nuevamente alguien intentaba adueñarse de su esencia. Otra vez, una loba vestida de corderita. Pero las cosas no se iban a quedar así.
            Y la única forma que tenía de no permitir que esto ocurriera era comportándose como una grandísima hija de puta, una zorra con todas las letras. Y más le valía a esa persona tener cuidado, pues Veronika no era de las que se dejaban llevar por los comentarios de la gente. Eso lo aprendió bien de Olivia.
            Esa tarde había bailado, en pleno centro, delante de la muchedumbre. Se comió el mundo. No era la mejor, por no decir que obviamente no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero aún así Veronika poseía eso que toda persona necesita para poder desarrollar cualquier talento: disposición para aprender, para dejarse llevar. Y esa sonrisa que destacaba entre todas las partes de su cara dispuesta a cautivar a cualquiera de los allí presentes.
            De la misma manera, en la noche del sábado también hizo el asfalto retumbar. De lejos le miraban, al pasar y, obviamente, de cerca. Hubo un momento en el que indudablemente, era el centro de atención sin siquiera proponérselo. Sonó. Aquella canción con la que su gato negro le hacía sentir tan caliente. Cerró los ojos y en cuestión de segundos podía notar cómo era él el que movía su cuerpo, cómo le tocaba en ciertas zonas de una manera para nada púdica. Sentía cómo ardía por dentro y cómo aquel calor salía de sus poros en forma de sensualidad.
            Pero en un segundo esa sensación desapareció, el gato negro huyó, se convirtió en tan solo un rastro olfativo. Abrió los ojos y pudo notar todas esas miradas posadas en ella. Sus mejillas tornaron en el más intenso rojo, pero algo dentro de ella le decía que aquello estaba bien. No le desagradaba sentirse objeto de deseo por, aunque sea, unas milésimas de segundo.
            En su reproductor de música se escuchaba en ese momento “Kiss me, goodbye” de Buck Tick. Había encendido incienso, esta vez, de lavanda. Ahora solo le quedaba esperar al malito gato que se colaba cada noche por su ventana para que esa noche se pasara más rápido. Estaba demasiado excitada y, además, tenía la necesidad de dormir abrazada a alguien. ¿Quién mejor que él?

jueves, 1 de noviembre de 2012

Capítulo Vigésimo Noveno: La playa de Septiembre.


           Parecía, en cierta manera, irónico. A Veronika no le gustaba la playa. El calor, el agobio, el cúmulo de gente… Por no hablar del tremendo hedor que desprendían los cuerpos al liberar esas toxinas que se producían como necesidad del cuerpo por refrigerarse y los incansables gritos de los niños que se peleaban con otros niños que ni si quiera conocían. No había lugar que más le agobiara y asqueara a la misma vez.
            Sin embargo, algo cambia siempre que llega el final de Septiembre. La playa se queda vacía. La humedad permanece durante más tiempo en la arena, lo que le permite pasear sin hundirse demasiado ni quemarse la planta de los pies. Corre viento, y mucha veces ni si quiera se quita la camisa que lleve en ese momento. Hay nubes en el cielo, las cuales muchas parecen estar a punto de estallar y soltar un gran rayo sobre el mar. Pero de entre las nubes, un tímido sol asoma y brinda la suficiente calidez como para poder mantenerse allí.
            Veronika leía. Devoraba página tras otra del libro que en ese momento estuviera consumiendo sin darse cuenta de cuán rápido pasaba el tiempo pues este en realidad, importaba más bien poco. Una vez llegaba a su casa, escribía. El color gris siempre fue el favorito de Veronika. Era el término medio de ambos extremos, era la virtud, la perfección e imperfección unidas en una. Era inspiración. Sentarse tranquilamente las mañanas mirando el cielo gris le animaba a escribir de manera que sus manos no podrían parar hasta terminar de plasmar lo que sentía.
            ¿Por qué sería así? La explicación no era difícil. Era lo que ella quería. A pesar de no ser el tiempo ni el espacio que en sus sueños se mostraba. La playa de Septiembre le resultaba de lo más parecida a la playa de Bournemouth en el mes de Julio. Así se imaginaba ella su futuro. Siendo escritora. Bajando cuando pudiera a la playa y, de no acompañar el clima, dando largos paseos por el centro o por Firsherman’s Walk. Luego en casa, una de esas de dos plantas que hay cerca de Standford Road, se la pasaría escribiendo y escribiendo, bebiendo siempre un té o, en su mayoría, café.
            Pero esta vez Veronika sintió pánico ante ese sueño. Se encontraba leyendo, de cara a la orilla y, de repente, no era capaz de apartar la mirada de aquel libro, de apartarlo de su trayectoria. ¿Qué vería allí? ¿Qué era lo que realmente quería ver allí? Antes lo tenía muy claro. Al bajar el libro ella podría contemplar desde su asiento a dos criaturas de ojos oscuros jugando con el que sería su marido.
            Estaba a nada de mandarlo todo a la mierda. ¿Cómo pudo ser que, siendo ella alguien tan independiente, deseara tener a alguien en su futuro? No, esa idea no le agradaba. No era egoísmo, pero no quería que en sus planes de futuro hubiera nadie con un rostro conocido. No, no era egoísmo. Veronika no era quién para decidir el futuro de otra persona, no le gustaba la idea de que cualquiera debiera ceder ante todo lo que ella quisiera.
            Sin embargo hubo alguien que le engatusó, que consiguió implantarle esos sueños. Y ella se aferró a ellos. Por suerte su orgullo consiguió romper aquella fantasía en pedazos… por suerte.
            A veces Veronika se pregunta ¿qué hubiera pasado si hubiera dejado de lado su orgullo? No… no, no, no. Si en aquel momento “hubiera dejado de lado” su orgullo, se podría considerar que se estuviera arrastrando ante alguien, quien quisiera que fuera. El orgullo de Veronika fue pisoteado miles de millones de veces, pero era demasiado orgullosa para verlo.
            Aún así, en este momento Veronika sentía pánico al no saber qué acabaría encontrando tras bajar el libro. 

jueves, 25 de octubre de 2012

Capítulo Vigésimo Octavo: Las tres reinas y los dos Jokers.


            En fin, si alguna vez se preguntaron cómo es Veronika, este es el momento de explicarles. Veronika es una chica de apariencia dulce cuando sonríe que, por lo normal, es poco. Su pelo es gris oscuro y largo, prácticamente liso, aunque en algunas ocasiones algunos rizos se formaban por sus mechones delanteros. Su tez es de un blanco porcelana sobre el que resaltaban sus mejillas y labios rosados. Es delgada y pequeña, y sus ojos del azul más oscuro posible, el cual solo se distinguía cuando alguien le hacía una foto con flash o cuando los rayos del sol reflectaban en ellos. Sin lugar a dudas, era algo por lo que muchos pagarían por ver. Sin embargo, ella tenía una persona para la cual sus ojos resaltaban más en la oscuridad que a la simple luz del sol: el gato negro de ojos verdes. Él le dijo una vez, que el cielo solo se veía azul por la luz reflejada del sol por la luna, pero cuando esto no era así y solo las estrellas bañaban el inmenso manto negro, de esta manera, ver los ojos de Veronika brillar en la oscuridad se convirtió en uno de los pasatiempos preferidos del gato.
            Pero a pesar de su aspecto, Veronika es una persona que bajo su orgullo esconde demasiadas cosas. Demasiada inseguridad, demasiado dolor, demasiados deseos sin cumplir. Era una persona que dedicaba la mayor parte de su tiempo a sueños escapistas. A imaginar y escribir con mayor detalle la vida de su alter ego, Olivia.
            Olivia es casi todo lo contrario que Veronika. Y es “casi”, ya que es Veronika quien la creó, por lo tanto solo es un reflejo que combate sus carencias en la realidad. Olivia antes se llamaba Amai, era una cantante de pop realmente conocida en Inglaterra. Su pelo era rubio, largo y rizado. Sus ojos de un color marrón miel. Usaba ropa cara para mantener esa imagen una vez cruzara las puertas de su casa. Pero ella también tenía a alguien: Zero, o JT solo entre los dos. Ambos se conocieron en el orfanato en el que permanecieron durante años. Fue JT quien la sacó de allí, quien hizo todo lo necesario para darle una vida mejor, y fue él quien le mostró quién era, su pasado antes de llegar a aquel antro, pero solo lo hizo una vez que pudo confirmar que era ella la chica que conoció nada más llegar al orfanato, aquella personita que quería saber qué pasaba, aquella, que no podía recordar o que simplemente olvidó todo.
            Solo cuando Olivia conoció su propio nombre consiguió reunir el suficiente valor para perseguir sus sueños, pues aunque tan solo sea un nombre, para ella implicaba conocerse a sí misma. Olivia es una viajera un tanto despreocupada. Tiene lo necesario para vivir, dinero, un móvil y una foto de su madre. No tenía padre, y su madre murió durante el parto, quizá por ello pudo mantener su belleza intacta, belleza de la cual tanto Olivia como Veronika sentían celos y a la vez admiración. Sus ojos azules oscuros, pero no tanto como los de nuestra protagonista. Su cara alegre, su sonrisa y sus pómulos levantados. Tenía el pelo al igual que su hija, salvo que este era marrón. Por eso Olivia decidió cambiar, tiñó su pelo y usó lentes de contacto del mismo color que los ojos de su madre, de esta forma poder levantarse y, al mirarse al espejo, recordar quién era, gracias a quién estaba allí.
            A pesar de todo, Olivia no podía evitar tener unos sueños tan escapistas como Veronika. En el fondo, aunque no culpaba a nadie de lo que pasó, no podía evitar pensar en qué hubiera pasado si sus padres aún siguiera allí, si hubiera tenido algún hermano como lo fue JT para ella. Olivia creó a Shina. Pero de este personaje no sabemos apenas nada ya que Olivia solo le canta, mirando al cielo, como si allí estuviera ella, como si realmente estuviera deseando que existiera de veras.