jueves, 20 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo sexto: carta al pasado.


            En realidad, espero no molestarte ni incordiarte así que entenderé incluso si no quieres pararte a leer esta carta.
            Y en ese momento, todo estaba más claro en su cabeza, todo resentimiento que pudiera albergar, si es que seguía quedando algo, se esfumó en cuestión de segundos. Su conciencia estaba tranquila, y más que tranquila, se podría decir que se sentía orgullosa de lo que hizo.
            En un primer momento, siempre consideró que Sira y Amai fueron muy duras con ella, sobre todo Amai. Sabía que sus palabras no las decía para herirla, pero era algo que solo conocía en teoría, algo que solo podía imaginarse, algo que realmente no sentía como tal.
            Pero fueron esas palabras las que le ayudaron a madurar,  a caminar con zapatos por una carretera cubierta de asfalto en lugar de correr descalza por la ardiente arena del desierto. Quizá se pudiera decir que el resentimiento puede apoderarse de un acto tan sencillo como es decir la verdad. Para ella, eso no era así. Había sido paciente, había aprendido a esperar, a mejorar.
            Su agradecimiento no podía caber en su pecho. Necesitaba transmitírselo a Amai pues, a pesar de no seguir manteniendo el contacto de la misma forma que antes, era su deseo que pudiera conocer cuan feliz le había hecho.
            Y todo esto derivó del caso de Kyoku, quien había evolucionado tan rápido y tan mal que se vio obligada a decir la verdad, lo que había visto, lo que pensaba en cuanto a ella.
            No se trataba del mismo caso, ni mucho menos debían compararse cualquiera de los que podrían considerarse “puntos básicos”. Pero en esencia, el desarrollo en ambos casos había llegado al mismo punto y esperaba, no con grandes ilusiones, a decir verdad, que la enseñanza fuera similar.
            Finalmente, gracias.

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