jueves, 13 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo quinto: Feliz cumpleaños, hermanita.


            En aquel momento, en el instante en el que salió de su casa, lo sintió. No se dio cuenta cuándo empezó pues, para el día en el que empezó esa relación, ya se había formado un concepto de Marina en su interior que le empujaba a querer formar parte de su vida, que le gritaba de todas las maneras posibles que aquella persona merecía la pena.
            En cuestión de segundos, a su mente volvieron las primeras imágenes en las cuales las dos compartieron tiempo juntas por primera vez. Cuando la una entregó sus oídos a las palabras de la otra y viceversa. Esa relación no empezó porque ambas quisieran, esa relación empezó por necesidad. Porque tanto la una como la otra necesitaban escapar, necesitaban saber que ahí fuera habría alguien que de verdad, de verdad, de verdad, de verdad se preocupase por ellas mismas. Ya no solo necesitaban recibir algo de cariño, sino también poder darlo, poder tener algo que fuese de las dos algo… algo que fuese realmente bueno.
            Aunque el tiempo pasase y pareciesen meras extrañas para cualquiera que las pudiera ver, ellas dos sabían que algo había, que algo las unía...
            Y solo ahora Veronika podía asegurarlo: aquella persona de ojos café se había convertido en alguien que nunca querría perder, en alguien con quien enfadarse, a quien gritar, con quien reírse y a quien abrazar. Alguien con quien pasar sus buenos y sus malos momentos. Alguien con quien pasarse las horas muertas hablando de cualquier tontería o simplemente sin decir nada.
            Hoy es trece de Diciembre, mi querida hermanita. Ya te he oído decir muchas veces que no quieres celebrar tu cumpleaños, que no esperas nada… y sabes que todas y cada una de las veces que lo has dicho me ha importado… más bien poco. Es cierto, mereces mucho más de lo que recibes, solo hay que ver cuánto me soportas cada día.
            No pienso decirte que has rellenado un vacío muy importante en mi corazón porque no es así. Has adosado tu propio hueco como si de una habitación se tratase y lo has ocupado de lleno de todas las formas posibles, de manera que poco a poco vas “reformando tu habitación” para adquirir algunos “centímetros de más”.
            No quiero extenderme mucho pues sabes que estas cosas prefiero decírtelas en persona, o incluso tratar de demostrártelas una tras otra hasta que te entre bien en la cabeza que significas mucho para mí y que no podría pararme a imaginar qué diablos haría si te perdiese.


Te quiero hermanita. Feliz Cumpleaños.

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